Aunque me apetece, sé que no puedo encender este cigarro. Jugueteo con él dentro del bolsillo. Se deshace. Luego tendré que dar la vuelta al forro.
La lluvia arrecia. Respiro hondo y me acomodo en el asiento. ¡Qué demonios! Me acerco el cigarro a la boca. Aprieto el encendedor y espero.
La puerta chirría y golpea al otro lado, detrás la lluvia. Su gemido me recuerda a él, a mi padre. Salió sin despedirse, sin mirar atrás, como hacía siempre. El crujido de un arma al cargar, el disparo y la masa de su cuerpo contra el suelo. Eso fue todo. Eso nos libró de él.
El chirrido de la puerta tras la lluvia. Golpe.
Tal vez por eso no bebo, por las palizas, por los huesos rotos, por madre. Lo hubiera matado mil veces. No me atreví. Aquella puerta, como esta, se abre y golpea. Nos abrazamos. Ya está aquí. No papa, la vas a matar, déjala.
La puerta chirría. Ha dejado de llover. No hay golpe.
Pasos. Me mira al otro lado de mi ventanilla. Salta el encendedor. ¡Mi revolver! El crujido de su arma al cargar. Un disparo.
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La lluvia arrecia. Respiro hondo y me acomodo en el asiento. ¡Qué demonios! Me acerco el cigarro a la boca. Aprieto el encendedor y espero.
La puerta chirría y golpea al otro lado, detrás la lluvia. Su gemido me recuerda a él, a mi padre. Salió sin despedirse, sin mirar atrás, como hacía siempre. El crujido de un arma al cargar, el disparo y la masa de su cuerpo contra el suelo. Eso fue todo. Eso nos libró de él.
El chirrido de la puerta tras la lluvia. Golpe.
Tal vez por eso no bebo, por las palizas, por los huesos rotos, por madre. Lo hubiera matado mil veces. No me atreví. Aquella puerta, como esta, se abre y golpea. Nos abrazamos. Ya está aquí. No papa, la vas a matar, déjala.
La puerta chirría. Ha dejado de llover. No hay golpe.
Pasos. Me mira al otro lado de mi ventanilla. Salta el encendedor. ¡Mi revolver! El crujido de su arma al cargar. Un disparo.
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